Un estereotipo es una imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad. El término se usa a menudo con sentido negativo, como creencias ilógicas que sólo se pueden cambiar mediante la educación.
Se construyen a partir de prejuicios respecto a la persona que proviene de una cierta zona del mundo o que forma parte de un determinado colectivo. Dichos prejuicios no son expuestos a la experimentación y por lo tanto, la mayoría de las veces ni siquiera son fieles al bagaje identitario del grupo al que se encuentran ligados, por ejemplo: afirmar que los argentinos son soberbios o que los españoles son ignorantes es reproducir un estereotipo que sólo sirve para discriminar y agredir a las personas de dichas nacionalidades. Cuando dichos pensamientos están muy extendidos, la única forma de revertirlos es a través de la educación.
Los estereotipos codifican nuestras reacciones con la gente y nuestras ideas sirven para construir y a la vez reforzar un sistema de convenciones sociales que presentamos y utilizamos. De este modo también los utilizamos para justificar o racionalizar nuestra conducta en relación a la categoría que representa, es decir, sirve para justificar nuestro acogimiento o rechazo de un grupo.
Los estereotipos codifican nuestras reacciones con la gente y nuestras ideas sirven para construir y a la vez reforzar un sistema de convenciones sociales que presentamos y utilizamos. De este modo también los utilizamos para justificar o racionalizar nuestra conducta en relación a la categoría que representa, es decir, sirve para justificar nuestro acogimiento o rechazo de un grupo.
También los estereotipos nos facilitan la identidad social, la integración grupal y el ajuste de unas normas sociales.
También los estereotipos nos facilitan la identidad social, la integración grupal y el ajuste de unas normas sociales.
Comúnmente los europeos veían a los americanos de la siguiente forma:
· El Nativo Americano: un estereotipo creado desde la visión de los conquistadores, donde los pueblos originarios eran analfabetos (pese a que en algunos casos tenían una escritura propia), salvajes (sus costumbres, tan alejadas de las que traían los conquistadores, les resultaban imposibles de comprender) e incivilizados (al carecer de ciudades se los consideraba rudimentarios y poco preparados para la vida en sociedad, cuando en realidad los hechos demuestran que este estereotipo estaba muy lejos de la realidad).
· El Gaucho: también desde la visión de los europeos, el estereotipo de los gauchos estaba formado por atributos similares que el de los nativos. De hecho, gracias a la difusión de dichos estereotipos es que este colectivo fue utilizado para luchar a favor de ideas que ciertamente no los representaba.
· Inmigrantes: A partir de la llegada de enormes contingentes de personas que venían en busca de una tierra más próspera donde vivir (segunda mitad del siglo XIX), se creó un nuevo estereotipo en el país, el de los extranjeros, los cuales fueron diferenciados de acuerdo a su lugar de procedencia. Los inmigrantes venidos de España sin importar el lugar exacto de donde partieron, recibieron el nombre de “gallegos” y se los calificaba como poco inteligentes y testarudos. A los italianos se los denominaba “tanos” y se los consideraba como ruidosos y poco trabajadores. A los provenientes de países anglosajones se los llamaba “gringos” y a los rubios, ya fueran suizos, rusos, alemanes, belgas o polacos, “rusos”.
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